Fallece Manuel Sánchez Salorio, patrono de honor de la Fundación

17/03/2023 09:53
Fallece Manuel Sánchez Salorio, patrono de honor de la Fundación

Manuel Sánchez Salorio, patrono de honor de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, falleció este jueves dejando huérfana la oftalmología. Nacido en A Coruña en 1930, la labor desarrollada por el reputado especialista en su prolongada y prolífica carrera situó a Galicia en el mapa de la medicina internacional, que le reconoció la valía de una dedicación médica marcada por la proximidad en el trato y la visión de futuro.

Catedrático, académico, doctor honoris causa y artífice del Instituto Galego de Oftalmoloxía, creó una escuela propia, impulsó la investigación, formó a decenas de profesores, jefes de servicio y científicos de alto nivel y de su cátedra salieron los titulares de la disciplina que propagaron su enseñanza en universidades y hospitales de toda España. A su escuela se deben importantes aportaciones terapéuticas, en especial en el estudio de las patologías de la retina y, de forma específica, en el tratamiento del glaucoma.

Sánchez Salorio y su «profundo conocimiento del alma humana»

Autor de cientos de artículos científicos y tratados de impacto internacional, presidió, entre otras, la Comisión Nacional de la Oftalmología, la sociedad científica española y mereció múltiples premios y distinciones, entre ellos las medallas de Galicia, Castelao o la del Instituto Barraquer.

La lista de méritos del doctor Salorio no se limitó al campo médico, ya que se destacó también como reflexivo columnista sobre temáticas de todos los ámbitos sociales. Las páginas de La Voz de Galicia custodian un legado de artículos en los que el intelectual trasladó el ingenio de un acervo cultural cultivado en la voracidad lectora a lo largo de sus nueve decenios de vida.

Manuel Sánchez Salorio, un hombre del Renacimiento
LUCIANO VIDÁN

Hijo del también oftalmólogo Manuel Sánchez Mosquera y Joaquina Salorio Suárez, su primera escuela fue la biblioteca familiar y el hoy colegio Compañía de María en A Coruña antes de cursar el bachillerato en los Maristas para ingresar después en la Facultad de Medicina de Santiago.

Quien años después afirmaría que era más importante un ejemplo que un consejo encontró en Compostela la figura inspiradora del que fue su modelo a seguir, el catedrático de Fisiología Ramón Domínguez. Corría 1948 y contaba que fue entonces cuando supo que su vida estaría ligada a la asistencia y también a la docencia en la universidad, donde su maestro oculista fue Ángel Moreu. Tal era su avidez de aprendizaje que conocía y reconocía a profesores de casi todas las disciplinas, Álvaro Dórs en Derecho, Abelardo Moralejo en Filosofía, Ignacio Rivas en Química.

Fue el primero de su promoción, y el más joven, y con apenas 23 años, recién licenciado, cambió el campus compostelano por el de la Augenkinick de Bonn, una experiencia decisiva intelectualmente como lo fue el aprendizaje de la cirugía en Barcelona al lado de Barraquer y como años después lo sería Nueva York, donde el apagón de la Gran Manzana de 1965 lo sorprendió en el quirófano con Ramón Castroviejo, uno de los cirujanos más innovadores de la especialidad. Ya tenía entonces experiencia como catedrático en Santiago, cargo al que accedió apenas diez años después de licenciarse y en el que se mantendría hasta el cambio de siglo.

Implicado en su tiempo, tampoco rehuyó responsabilidades públicas cuando, en la primera autonomía, presidió el Consello de Radio e Televisión de Galicia en un declarado compromiso con la cultura y la lengua propia.

Una de sus frases, «ver es gratis», ejemplifica su interés por educar la mirada hacia un aprendizaje global que encontraba en los muchos ensayos que analizó y de los que departió en la tertulia semanal que compartió durante años con sus amigos físicamente y con miles de lectores en las columnas de La Voz. Él, que afirmaba «me importa más un proyecto que un recuerdo», alumbró algunos de los que marcaron un antes y un después en la Galicia del último siglo.

Despedida al médico de los ojos de visión deslumbrante
R. D. SEOANE